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La poesía sin consuelo: cuando un adolescente nos enseña a no cerrar los ojos

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La poesía sin consuelo: cuando un adolescente nos enseña a no cerrar los ojos

 

Alex compone un poemario que golpea sin maquillaje, sin concesiones. En sus versos hay un aire de denuncia, de urgencia, pero también una voz que sabe dialogar con el lector, que no lo abandona al polvo de la historia, sino que lo trae a la vivacidad del presente, donde la memoria no es nostalgia, sino una herida abierta.

El poema «Desnúdame» abre la puerta a las múltiples capas del dolor y la memoria, esas que no se pueden tocar sin estremecerse. La crudeza de la experiencia personal se combina con una mirada que acusa, que señala, que interpela. Los nudos que en sus letras atrapan y estrangulan, como si hubiese aprendido a contar con cada palabra la historia que algunos prefieren olvidar.

No es casualidad que el libro se titule «Ver es para ciegos», porque detrás de esa aparente contradicción, Alex pone en evidencia la ceguera social, esa que tapa con un velo de silencio lo que acontece detrás de muchas puertas cerradas. «La ceguera no está en la retina, sino en la voluntad», nos dice, y nos invita a romper ese pacto de complicidad que exime de responsabilidad.

La poesía de Alex juega con la ironía y la metáfora, pero siempre para evidenciar la injusticia y la violencia que atraviesan su experiencia. En «Hilo rojo» hay una escena de juventud y deseo, de una ternura rota, que encierra la contradicción entre el abrazo perdido y la promesa incumplida. En «No» y «Días de secretos» la denuncia es feroz, el reclamo claro: no más silencios complacientes, no más miradas que esconden lo ignominioso.

El joven poeta no se contenta con contar lo ocurrido, sino que traza un mapa doloroso en el que la fraternidad con quienes comparten el sufrimiento se vuelve experiencia colectiva. Es aquí donde la dimensión social de la poesía alcanza su plenitud, haciendo de la palabra una arma cargada de memoria y de dolor. Cuando escribe «10 mentiras que he recibido a lo largo de estos años / y no, no soy un monstruo, / soy transexual. / Y ya no tengo miedo», está hablando no solo desde su experiencia individual, sino desde la de toda una comunidad silenciada.

Pero también hay espacio para la esperanza, la lucha y la resistencia. En «Navidades vacías» el grito por la libertad emerge en medio de la opresión, y en «36% (al borde del precipicio)» la agonía de la incertidumbre se mezcla con la determinación de seguir adelante, pese a todo. Ese porcentaje no es una estadística fría, sino el peso de una realidad que Alex convierte en literatura para que no pase desapercibida.

Leer «Ver es para ciegos» es dejarse conquistar por una voz que no busca la indiferencia, que no teme al conflicto y que sabe que en la vulnerabilidad está la fuerza más poderosa. Alex construye con sus versos un testimonio que trasciende lo personal para convertirse en denuncia social, en acto de resistencia, en literatura que no se rinde ante el silencio cómplice de una sociedad que prefiere no ver.