Inicio Reseñas Desnudarse en verso sin hacer el ridículo

Desnudarse en verso sin hacer el ridículo

16
0

Desnudarse en verso sin hacer el ridículo

A ver. Que uno se topa por ahí con un tipo que se llama Figu García —pseudónimo de José García Guadalupe, que ya el nombre verdadero suena mejor— y que ha decidido estructurar un poemario como si fuera el catálogo de El Corte Inglés. «Prendas Íntimas (Catálogo Unisex)», se titula la cosa. Y uno, que ya ha visto de todo en esto de los libros, piensa: «Aquí viene otro que quiere llamar la atención con el envoltorio». Error.

Resulta que el fulano ha conseguido algo que no está al alcance de cualquier energúmeno con ganas de hacer poesía: que la forma sirva al fondo y no al revés. Cada sección del libro —»Lencería», «Látex, vinilo y charol», «Outlet y tallas sueltas»— viene con sus correspondientes advertencias como si fueran instrucciones de lavado. «Productos altamente inflamables, conservar lejos del pudor», dice una. «Requiere cuerpos y deseos en sincronía», advierte otra. Y no es pose, es inteligencia.

Porque García sabe una cosa que muchos poetas han olvidado: que la poesía, cuando funciona, es lo más parecido al desnudo que existe sin quitarse la ropa. Y él lo dice clararo desde el primer verso: «No siempre sé si escribo, / o si me desvisto / sobre una página en blanco». Ahí está todo. El tipo ha entendido que escribir poesía íntima es como hacer el amor: o es auténtico o es obsceno.

Y luego está lo de las referencias cultas, que podrían haber sido el punto débil del asunto. Schrödinger, Einstein, Dostoyevski, Hendrix… Cualquier otro habría convertido esto en un alarde de erudición de café literario. Pero García los usa como quien usa una navaja: para cortar, no para presumir. Su poema «Bajo las sábanas de Schrödinger» convierte la paradoja cuántica en metáfora del amor incierto con una naturalidad que ya quisieran para sí muchos catedráticos.

El mar aparece por todas partes, claro. Como en toda poesía española que se precie. Pero aquí no es el mar retórico de las generaciones perdidas, sino algo más carnal: «Somos mar. / Somos brisa que besa / y después te abandona». Es el mar de quien lo ha olido de verdad, no el de quien lo ha leído en otros libros.

Hay momentos en que García se permite jugar, y juega bien. Su «Una ficha sin usar» —una boda en Las Vegas entre dos desconocidos disfrazados de Elvis y Yoko Ono— podría haber sido una chorrada postmoderna de esas que dan grima. Pero está escrito con tanto pulso y tanto sentido del ritmo que uno se lo cree. Y eso, en poesía, es lo que separa a los que saben de los que presumen.

Lo que más me gusta de este García es que no se toma demasiado en serio. Sabe que la poesía, cuando se las da de transcendente, suele acabar en el ridículo. Por eso incluye esas «advertencias» tan certeras: «No recomendamos su uso frente almas indiferentes» o «Algunas prendas pueden encoger con los recuerdos». Es ironía inteligente, no cinismo barato.

Y al final, que es lo que importa, funciona. El libro se lee de un tirón, cosa rara en poesía, y deja esa sensación de haber asistido a algo auténtico. Como cuando uno ve a un torero que sabe torear o a un músico que domina su instrumento: se nota que hay oficio detrás.

«Prendas Íntimas» no va a cambiar la poesía española, que bastante tiene ya con sobrevivir a tanto mediocre con ambiciones. Pero es un libro honesto, inteligente y bien escrito. Y eso, hoy por hoy, ya es mucho decir.

 por Ángela de Claudia Soneira