Amapolas en las roderas y cigüeñas en los campanarios. David Pérez Pol

Conozco al autor desde hace mucho y sé que dice lo que piensa tan sólo cuando considera que vale la pena hacerlo, de ahí que solamente muy de tarde en tarde nos reconforte con un nuevo libro de poemas. También sé que la mejor manera de participar del curso impertinente y generoso de sus emociones es adentrándose en la lectura de esos versos, porque es allí donde su esencia contradictoria adquiere, mediante una sinceridad sanguínea, su verdadero sentido.

Y este libro ejemplifica todo eso: un puñado de poemas donde se contraponen, en constante peligro de intoxicación mutua, accesos de luz en las múltiples despedidas, reencuentros premiados con sonoros desconciertos y enigmáticas penumbras; sinceridades atiborradas de lujuria, fanáticas ocultaciones de falsedades dolorosas, perfectas mentiras desbordantes de verdades…  y todo ello a base de saltos mortales sin red, sin trampas, sin lamentaciones; poemas hechos con diferentes barros, a veces arcilla rojiza, a veces caolín, pero siempre con las manos del poeta directamente sobre las turbulencias de sus heridas y de sus hallazgos.

Y también puedo asegurar que todo lo que aquí se explica proviene de la verdad desnuda e inaprensible de un amor vertiginoso, inacabado e inacabable y que este puñado de poemas, llenos de entereza y misericordia, son contenedores, en la ubicuidad de su seno, de las mutuas y múltiples voracidades de la pasión.

Este libro es, en definitiva, una sombra, la suya, la de ellos, proyectada sobre el laberinto amoroso que es la vida.