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María Navas. Poemas en el bolso: La geografía del dolor y el bolso como archivo de lo vivido

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La geografía del dolor y el bolso como archivo de lo vivido

La poesía de María Navas en Poemas en el bolso se asienta sobre una dialéctica fundamental entre el arraigo mediterráneo y el desarraigo nórdico, entre la memoria del sur y la intemperie del norte, entre la piel de uva que se desuella con un roce y la aspiración a convertirse en roble de grandes ramas. Este primer libro, publicado por Editorial Poesía eres tú, constituye una geografía emocional que trasciende lo meramente territorial para adentrarse en los meandros de la pérdida, el duelo y la reconstrucción identitaria.

Lo que asombra de estos poemas es su capacidad para nombrar aquello que la cultura contemporánea ha dejado sin palabras. Cuando Navas escribe «No encuentro mi lugar en este duelo / porque más allá de la amistad, no tengo un nombre. / No hay espacio en esta despedida, / para tu mariliendre», está señalando un vacío normativo y lingüístico que afecta a tantas personas en nuestro tiempo. Los afectos que construimos fuera de las estructuras familiares tradicionales carecen de nomenclatura, de liturgia, de reconocimiento social. La poeta madrileña ilumina con precisión esa orfandad administrativa, ese desamparo del que ama sin certificado oficial.

El lenguaje de Navas se caracteriza por una oralidad deliberada que rehúye el preciosismo y la ostentación retórica. Sus versos transitan por lo cotidiano sin convertirlo en anecdótico, por lo doméstico sin reducirlo a lo trivial. «He borrado tu nombre del wasap / y toda nuestra historia se volvió una cifra» condensa en dos líneas la precariedad de las relaciones en la era digital, donde el gesto de borrar un contacto se reviste de violencia simbólica y de ilusión de control sobre el dolor. La poeta comprende que vivimos en un tiempo donde la memoria habita en pantallas, donde los archivos emocionales se almacenan en nubes algorítmicas que despiertan de año en lustro.

La estructura del libro traza un itinerario que va de la herida a la fragilísima brecha de esperanza, empleando para ello un registro que combina la precisión descriptiva con la intensidad lírica. Los poemas iniciales «A veces», «Diagnóstico», «Soledad de mariliendre» establecen el territorio del dolor físico y emocional. Aquí la poeta despliega una enumeración clínica que recuerda los mejores momentos de la poesía testimonial contemporánea. «Quiste denso / ojos rojos / miedo intenso / calma falsa» funciona como un parte médico que es simultáneamente radiografía del alma.

Navas demuestra una especial sensibilidad para nombrar las formas contemporáneas de la precariedad afectiva. En «Amor bueno», el poema que da título al conjunto conceptual de la obra, aparece una definición del amor saludable que contrasta con las economías emocionales extractivas de nuestro tiempo. «Me da amor del bueno. / Bueno como el pan tierno / que venden en las tiendas hipsters, / del que no inflama las tripas después de haberte saciado». La comparación gastronómica, lejos de rebajar el registro, introduce una corporalidad necesaria en el discurso amoroso. El amor no como abstracción romántica sino como sustento material, como alimento que nutre sin enfermar.

La memoria fundida con el presente cobra especial intensidad en aquellos poemas donde la infancia se evoca como paraíso perdido. «En las tardes de verano, / yo buscaba el rosa de las rosas rosas / en el jardín de mi abuela Margarita». Aquí la poeta establece una genealogía femenina, un linaje de mujeres que se transmiten sabiduría y cuidado. La abuela Margarita, la madre que pensaba que «la infancia es / una banda de pájaros nuevos / que vuela por encima de todas las tristezas», configuran un territorio de resistencia frente a la brutalidad del mundo adulto.

El desarraigo geográfico funciona en el libro como metáfora de un desarraigo existencial más profundo. Los poemas situados en Asturias «Desnortada», «Infiesto», «Al norte» expresan la perplejidad de quien ha cambiado de coordenadas vitales y debe reaprender a orientarse. «Frente al mar, encuentro el norte. / Yo, que siempre miré al sur, / me extraño al contemplar este océano desorientado / que se obstina en mirar en la dirección contraria». La brújula interior se ha roto y la poeta debe reconstruir su mapa emocional desde la extrañeza y el desconcierto.

Uno de los aciertos mayores del libro reside en su capacidad para integrar lo político en lo íntimo sin estridencias programáticas. El poema «Ha despertado la mañana» denuncia la indiferencia colectiva ante el horror lejano. «Nadie cuenta / las vidas ni los duelos / que va dejando la mañana». La poeta señala cómo la distancia nos protege del horror ajeno, cómo la habitualización de la violencia nos convierte en espectadores insensibles.

La voz poética de Navas se mueve entre la vulnerabilidad y la resistencia. «Ahora callo» constituye una de las piezas más logradas del conjunto, un texto que reflexiona sobre el silenciamiento femenino. «Tengo muchas palabras. / Lo que no tengo es voz». La distinción es crucial. No se trata de carencia de lenguaje sino de imposibilidad de enunciación, de las palabras que circulan «de mi cabeza al estómago, / sin detenerse en los labios», arañando los tejidos, intentando «ordenarse para pedir auxilio».

El título del libro, Poemas en el bolso, encierra una poética del cuidado descuidado, de la literatura como acompañante cotidiano. «Llevo unos poemas en el bolso, / revueltos entre mis cosas, a medio terminar». Frente a la concepción sacralizada de la poesía, Navas propone una lírica que habita el desorden de lo real, que transita «libres por mi mochila, / como polizones a punto de hundirse en el océano de basura». Esta imagen del poema como polizón, como superviviente precario que busca acomodo en los vertederos a las afueras de Madrid, constituye una declaración de principios estéticos y éticos.

María Navas ha escrito un primer libro notable por su madurez expresiva y por su capacidad para dialogar con las urgencias de nuestro tiempo sin renunciar a la elaboración lírica. Sus versos nos hablan de una generación que debe reinventar los códigos del afecto, que habita ciudades donde «sin notificaciones, / sin comentarios» se regresa a las preguntas elementales sobre la identidad y la pertenencia. En tiempos de fatiga emocional y economías afectivas precarizadas, esta poeta nos recuerda que aún es posible el amor del bueno, el que «calienta y no aprieta, / pero sostiene en el aire cuando te sientes caer».

 

Antonio Graña Ojeda