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Cuatro estaciones, versos para ella de Ángel Jesús Martín González

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Cuatro estaciones, versos para ella de Ángel Jesús Martín González

 

Las estaciones de la espera: el libro que elige el tiempo como silencio

El libro de Ángel Jesús Martín González, Cuatro estaciones, versos para ella, no es una propuesta lírica cualquiera: es, esencialmente, la experiencia de saber esperar con el corazón en la ventana, sin otros argumentos que la memoria y la soledad como huéspedes. El poeta aborda el paso de las estaciones como si fuera el paso de la vida, eliminando artificios y dejando la emoción desnuda, expuesta, sin maquillajes para el dolor. La poesía avanzaa paso lento, sin atajos, deteniéndose donde más duele, pero siempre con el lenguaje bajo control, nunca elevado ni forzado, como quien prefiere decirlo todo sin gritar.

La fuerza del poemario se encuentra en el lenguaje directo, en la claridad de lo que se siente y se expresa, sin recurrir al rebuscamiento o a simbolismos artificiales. Cada verso sabe su lugar, cada palabra llega a tiempo, sin sobrar ni faltar. El libro no argumenta sobre el amor, lo muestra, lo cuenta desde la experiencia de quien lo ha vivido, lo conserva, lo recorre y lo vuelve a encontrar. No hay ampulosidad, no hay pretensión de erudición, solo la honestidad de las palabras y el ritmo de lo que la vida deja al pasar.

La estructura misma del poemario, dividida en las estaciones del año, sirve para ordenar la experiencia, para dar orden al caos de los sentimientos, para que el lector no pierda el rumbo en el mar de la ausencia, la esperanza, el recuerdo y el desencuentro. El lenguaje avanza fluido, como el paisaje, y permite al lector reconocerse en versos que no necesitan artificios para llegar al corazón. La poesía de Martín González elige el camino de lo limpio, lo transparente, lo real, sin engaños ni vueltas, con la verdad como única guía.

No es un libro de promesas, tampoco de consuelos fáciles, más bien es un testimonio de lo que ha ocurrido, de lo que queda, de lo que se recuerda. El lector no termina el libro sintiéndose agraciado ni vencido, sino acompañado, entendido, reconocido en la común experiencia de vivir, amar, perder, esperar, tantas veces, y siempre de diferente manera. La poesía de Martín González pertenece al tipo que se lee de un solo tirón, que deja el sabor de lo necesario, que no se olvida tan fácilmente, que invita a regresar a la página, al lugar, a la estación donde el corazón encontró su tiempo de espera.

Antonio Graña Ojeda